El rincón de las arañas
Prof. Hermes J. Sanabria
Un domingo sin fútbol es largo y difícil, pero más lo es solucionar los problemas que determinan que esto pase. Buscar actividades alternativas como hacer limpieza o jugar al ludo en familia, no es tan complicado. Acá lo bravo es darnos cuenta de que estamos sobrepasando límites de forma demasiado grosera.
Uno ya anda transitando las siete décadas de vida, ¿sabe la de canchas de esas a las que nadie quiere ir, hemos conocido? ¿sabe cuántas veces recibimos algún improperio en nuestras incursiones como puntero izquierdo en canchas donde el alambrado casi se podía sentir de tan cerca que estaba? Eso, en el caso de que hubiera alambrado. Algún escupitajo también supo adornar nuestra casaca cuando disfrutábamos el fútbol en ligas de barrio en las que había que ser guapo para jugar, pero en las que jamás nadie iba a faltar el respeto.
¡Y con más razón se respetaba la presencia de las damas! Si habremos visto a más de un “pesado” deshacerse en disculpas tras proferir algún insulto soez y luego advertir la presencia de alguna madre o esposa de los jugadores. Por eso nuestra indignación es aún mayor, porque no solo se agrede a un árbitro, sino que se agrede además a una dama. Si habrá que establecer prioridades en esta sociedad, en la que en vez de andar poniéndole nombre a las fechas del campeonato y discutiendo por decanatos, deberíamos volver a enseñar a respetar y a disfrutar del fútbol que es lo más lindo que hay.
Cada tanto, nos toca parar la pelota y sobrellevar fines de semana sin fútbol, aunque no se solucione nada. Cuando uno dirigía, no iba a permitir jamás que un jugador agrediera a un árbitro. Y eso, que había arbitrajes polémicos como los hubo siempre, pero ante todo hay que entender que los hombres de negro son personas como usted y como nosotros. ¿Sabe cuál era el pesado de verdad? Aquel que, parado atrás del arco, sin hablar y sin moverse, inspiraba respeto y solo actuaba en casos extremos. En aquellas épocas, en esas canchas difíciles y en esas ligas en las que ganar de visitante era más difícil que embocarle a la cerradura a las cuatro de la mañana; primaba siempre el respeto.
Un domingo sin fútbol se puede sobrellevar extendiendo la sobremesa o mirando algún partido de otro país, incluso tomando mate con algún pariente indeseable. Lo que de alguna forma hay que lograr, es que todos los que tienen complejo de lanzadores de cosas, de patoteros o de guapos; ocupen su tiempo durante los partidos barriendo calles, picando piedras o contando cuántos barrotes hay en esa estrecha celda de la seccional del barrio.
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