El rincón de las arañas
Prof. Hermes J. Sanabria
Alguna vez, Jorge Valdano dijo que prefería leer a Roberto Fontanarrosa que ver un partido de fútbol. Y seguramente; el campeón del mundo, filósofo y escritor no estaba queriendo decir que le había dejado de gustar mirar el deporte que tanto le dio. No, su aguda observación pretendía ensalzar aquel poder único del escritor rosarino de convertir lo simbólico en real. ¿Quién leyó algún cuento de fútbol de Fontanarrosa y no viajó a las mismas entrañas del fútbol? Si no lo leyó, vaya y hágalo cuanto antes. Valdano no estaba tan errado cuando dijo lo que dijo.
Justamente hoy, cuando se cumplen once años de la desaparición física del gran Fontanarrosa –hombre casualmente nacido en 1944, igual que este humilde cronista-, muchos están tratando de sobrellevar la vida sin Mundial. O lo que es peor, sobrellevar la vida sin Mundial y la readaptación al fútbol local y a la participación de los equipos locales en torneos continentales. Y siguiendo las palabras del hombre que mejor escribió de fútbol, el hincha debe ser incondicional. No vale quedarse con la mente en las modernas instalaciones de los estadios rusos ni en la exquisita técnica de los mejores jugadores del mundo. No, ¿quiénes son los que le sacian todo el año su sed de ver fútbol? No necesariamente buen fútbol, pero fútbol al fin y con la certeza de que van a dejar todo en la cancha. Exacto, los esforzados jugadores del medio local, esos que lo están esperando para darle lo mejor de sí. Por eso, no hay que quejarse. “Muy maula debe ser un hincha si sólo va a la cancha cuando la mano viene exitosa”, dijo alguna vez el genial escritor rosarino (al que solo saludamos de lejos una vez en el bar El Cairo).
Tal vez, usted pudo ver en vivo al talento de Hazard o Modric, pudo maravillarse con la frescura juvenil de Mbappé o incluso con nuestros grandes jugadores (entre ellos Griezmann). De repente no viajó a Rusia, pero los vio en una pantalla de 55 pulgadas en 4 K Ultra HD. Pero hay algo que nunca le va a dar un Mundial, y es la posibilidad de recorrer las canchas denominadas chicas del fútbol uruguayo. Eso, y juntarse con los amigos a hablar del punterito ese que subieron de la Tercera o del sacrificio de los veteranos del plantel. Como dijo el hoy y siempre homenajeado Fontanarrosa, hablando de cómo sería su vida después de la vida: “Con una canchita y un bar para ver a los amigos me arreglo”.
Hay algunos que recién están volviendo de un mes y medio en Rusia, y son los que más dificultades encuentran a la hora de sentarse a ver un partido de la Sudamericana, la Libertadores o el Uruguayo. A esos, también les habla el homenajeado por esta nota: “Asocio al fútbol con la amistad. Siempre me reúno con un grupo de amigos para jugar, ir a la cancha o ver partidos por televisión”. El fútbol es eso, amistad. No importa tanto si el juego es atildado, el resultado es adverso o las comodidades de la cancha no son las mejores. Y sino, siempre se puede hacer como Valdano, y leerse algún cuento de Fontanarrosa, en los que hay nueves que no pueden hacer goles, defensas que se hacen goles en contra, héroes de carne y fútbol, de fútbol amateur de veteranos y de ligas locales o grandes súper clásicos. Dice Valdano, y decimos muchos, que hay veces en las que es mejor leer al Negro que ver un partido.
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