El rincón de las arañas
Prof. Hermes J. Sanabria
Cuando Isaac Newton formuló aquel postulado que hablaba de acción y reacción, nunca imaginó que algún día habría dos naciones que lo personificaran de tal manera. “Ataca Argentina, gol de Uruguay”, “Si Argentina estornuda, nosotros nos resfriamos”, “Los argentinos nos quieren más que nosotros a ellos”. ¿Cuántas veces hemos escuchado estas frases? A esta altura, todas ellas han adquirido por su propio peso, el valor de máximas casi inmodificables en lo que a la relación con nuestros vecinos refiere. Históricamente, mientras ellos han sido siempre de fantasía de potrero y propuesta futbolística emparentada con la lírica; nosotros hemos cultivado el ceño fruncido, el fútbol de respuesta y la exaltación del overol como prenda favorita.
Sabemos que cuando algo de este lado se destaca afuera, del otro lado pasa a ser “rioplatense”, y que ante la imposibilidad de argumentar la nacionalidad argentina de Gardel, este pasa a ser francés. Pero más allá de eso, nada de lo argentino nos es ajeno. Aún sin saber quién va a ser el próximo técnico del seleccionado albiceleste, cualquier uruguayo promedio está al tanto de las negociaciones con Sampaoli, Simeone o algún “tapado”; de la autocandidatura de Bilardo, de las declaraciones de Maradona y hasta de las especulaciones sobre si citarán o no a Icardi.
Es innegable que algún tipo de relación hay entre ambos márgenes del Río de la Plata, sin meternos en cuestiones matemáticas de relaciones directamente proporcionales. Y todo esto se magnifica, porque dentro de unos meses nos toca enfrentarlos. Es ahí cuando se abren acalorados debates acerca de “cómo preferimos que llegue Argentina”. Personalmente, preferiríamos que llegaran cansados del viaje, pero realmente no sabemos con qué nos vamos a encontrar. El hecho es que de este lado, miramos mucha televisión argentina, y por ende estamos muy empapados de su actualidad. Con lo bueno y lo malo que eso implica.
Ellos, por su parte, al no tener un contacto tan frecuente con nuestra realidad, nos idealizan como quien ve perfecta a la persona amada (esto si recién la conoció). Eso puede usarse como un arma secreta: por un lado, muy probablemente los argentinos tengan una imagen de algunos de nuestros jugadores, pongamósle de 2011. Claramente, eso nos favorece. Por otra parte, es una oportunidad inmejorable de mecharles a algún jugador que no tengan tan visto, o incluso de hacer el tan discutido tercer cambio que Tabárez se viene guardando. Atentos al factor sorpresa, en cuanto Sampaoli/Simeone/Gallardo/Caruso Lombardi/Bilardo les diga a sus dirigidos: “Tranquilos, Stuani es el último que va a entrar”, y ahí se pare un De Arrascaeta, Laxalt o por qué no un Pereiro de la vida, y se transforme en esa tercera variante que se va a gritar casi como un gol. Siempre hay una oportunidad para pasar de la reacción a la acción.
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