El rincón de las arañas

Aprendamos a quererlo

9 Sep , 2016  

Dejamos pasar algunas horas para reflexionar sobre la presentación del combinado ante Paraguay, una de esas noches en las que todo sale tan bien que es hasta difícil escribir una crónica. Uno realmente no sabe por dónde empezar, y es que ningún músico desafinó. La enrulada cabellera del marcador de punta Corujo hizo olvidar a Maximiliano Pereira; a Arévalo Ríos se lo notó mucho más esbelto que en el Campeonato Sudamericano, Gastón Ramírez le ganó al frío reinante y aguantó 85 minutos con el cuerpo caliente, y Suárez como casi siempre se robó los aplausos.

Es aquí cuando llegamos al punto que nos dejó pensando. Debe ser complicado para “el otro” salteño convivir con el máximo momento de esplendor de Suárez. Uno se imagina el recelo con que el hombre del PSG debe mirar a su coterráneo, al que le festejamos y le perdonamos todo, mientras a él lo criticamos, lo cuestionamos y no le damos un poco de calor humano que lo saque de esa actitud hostil hacia con el público. Es que Luisito hace reclames con singular gracia y simpatía, y Edin resulta hostil con su gesto adusto; si Suárez se empecina hablamos de que juega solo, mientras que a Cavani no se le perdona un fallo; si el 9 se hace amonestar es porque lo matan a patadas y se enoja, pero al 21 le criticamos su falta de concentración. Ni hablar de nuestra diferente reacción ante un error de definición de uno u otro, debe ser que lo crucificamos por ser tan religioso.

¿Sabe cuántos seleccionados del mundo darían lo que fuera por tener un 9 como Cavani? Tal vez sea hora de hablarlo como colectivo, y preparar alguna forma de recibimiento que le demuestre al “Matador” que nuestro público cambió. Se nos ocurre alguna banderita con leyendas del tipo “Edi, el apostol del gol”, “Goles son amores, y Cavani es amor”, “Alza le mani, arriba Cavani”; y de repente alguna canción que salga del típico “Soy celeste” y arrope individualmente a la persona que está detrás del jugador. Porque, justo es decirlo, el martes, Cavani le regaló al uruguayo que esperó un ómnibus y se vió los 90 minutos bajo la lluvia, dos motivos para ser un poco más feliz.

Empiece usted por probar otro tipo de acercamiento al pelilargo elemento. Trate de que esa energía positiva se contagie a los demás pobladores de la tribuna, y que eso baje al campo de juego para que el pobre Cavani vea que la gente lo quiere. Póngase en su lugar, y piense que a pesar de sus dos goles y su gran actuación, todo el mundo habla de la enorme influencia de Suárez. Porque así como Kesman es Kesman, Suárez es Suárez. Y Cavani tiene que soportar ser el segundo mejor futbolista salteño del momento, algo que igualmente tiene mucho mérito. No se enoje si pone cara fea o manda callar al público, ponga la otra mejilla y aprenda a quererlo. Va a ver que todo vuelve.

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