El rincón de las arañas
Prof. Hermes J. Sanabria
Ni los cuatro puntos logrados en la doble fecha de Eliminatorias, ni la casi inminente clasificación a Rusia, ni el pedido de jugadores para afrontar los partidos contra Venezuela y Bolivia. Por estas horas, mientras se sigue hablando de Valverde, los uruguayos estamos con un ojo y un oído en Buenos Aires. “¿Viste a Liberman?”, “¡Qué bien Menotti diciendo lo que hay que decir!”, “Se le quemaron los papeles al petiso”, o “Al final era para haberles ganado acá”; son tan solo algunas de las frases más escuchadas en cualquier conversación sobre fútbol.
Nos asombra la forma en la que muchos compatriotas se están regocijando con la difícil situación que atraviesa la selección argentina, en vez de disfrutar de que nuestro representativo dio vuelta la tortilla y centrarnos en lo nuestro. ¿Por qué nos pasa esto? Está claro que en la vecina orilla no pasa lo mismo cuando a nosotros nos va mal. El argentino cree que, en este momento, usted está sufriendo a la par con las desventuras de Messi y compañía. Y uno, que tiene tantos amigos del otro lado del charco, no se anima a desilusionarlos diciéndoles que la realidad es otra.
A todos los que están disfrutando con la crisis futbolística argentina, habría que mostrarles cómo se preocupan ellos cuando ven que nosotros venimos medio mal. Para ser justos, lo más habitual es eso. Ellos vendrían a ser ese hermano mayor responsable, preocupado por el devenir de su tambaleante hermano y siempre dispuesto a darle una mano. ¡Hubiera visto usted lo contentos que estaban cuando les empatamos acá en el Centenario y pudimos llegar a ese repechaje para ir al Mundial 2002! Les brillaban los ojos a esos argentinos, se les inflaba el pecho. ¿Es justo que les paguemos así?
Para este cronista, está claro que nuestra actitud dista mucho de ser la ideal. No debe haber individuo más feliz que un argentino cuando al uruguayo le va bien. Por eso, el repudio a esa actitud de sentarse a ver el espectáculo de la desgracia ajena. Está comprobado, al uruguayo le gusta más disfrutar con las desventuras de los demás que pedir jugadores para la selección. Así, no nos enojemos cuando algún argentino nos tilde de “provincia”. “Un argentino, un amigo”, les decimos con tal de que vengan a llenar Punta del Este. Por otro lado, nos miramos de manera cómplice mientras le decimos al de al lado: “parece que se quedan afuera los porteños, ¿eh?”.
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