El rincón de las arañas
Prof. Hermes J. Sanabria
Final del mundo un domingo a las 12, todavía Día del Padre y con calorcito en julio. ¿Qué más se puede pedir? Seguro que muchos van a ver el partido entre Francia y Croacia en familia, con un fuego, tomando algo, charlando de fútbol. No podría ser de otra manera, porque el escenario así se plantea. En muchos hogares, va a estar dividida la cosa. Siempre pasa, no solo por fútbol. Más cuando se toma alguna bebida espirituosa y las emociones van aflorando. Entonces, no sería de extrañar que en algún momento de la Final, la cosa se ponga áspera. En la cancha, tal vez. En la mesa, seguro.
Habrá quienes ya no tengan mucho interés en el ganador. Esos, cambiaron el chip después de la eliminación de Uruguay. Es gente que hizo el duelo, y a otra cosa. Seguramente sean los primeros en la línea del fuego, eligiendo los mejores pedazos de carne mientras los otros se comen las uñas hinchando por franceses o croatas.
Luego estarán los neo croatas, a los que ya describimos en una columna anterior. Sus energías estarán divididas en un 50 y 50 entre el deseo de éxito del equipo que hace juego con el mantel del domingo y las críticas a nuestra selección. Muchos de ellos, ya tienen hechas sus reservas para pasar las próximas vacaciones en Split, porque se enamoraron del país y su cultura. Ese, dicen, es un país en serio, que no se autolimita por el hecho de tener poca población. Sin embargo, algún pariente les retrucará que alguna que otra vez los escuchó decir aquello del “paisito”, o canturrear alguna canción que menciona a los famosos 3 millones. Lo negarán rotundamente, mientras alaban a Modric, al que recién descubrieron.
Y, por último, los que cantan La Marsellesa porque se la acuerdan de cuando había francés en el liceo, llaman a Griezmann por su nombre de pila y quieren que gane Francia para que no se agrande la lista de los 8 campeones del mundo. Si algo le gusta al uruguayo, es sentirse parte de algo, si es exclusivo mejor. Y 8 no es lo mismo que 9, y si ese 9 es Croacia, que seguramente nunca vuelva a salir campeón, menos que menos. Después alguien le hará entrar en razones acerca de ese hecho, diciéndole que es probable que Uruguay tampoco vuelva a levantar la Copa del Mundo, pero mientras come un queso Roquefort y toma un vino francés que compró en el supermercado dirá que no le importa. Quiere que gane Francia, porque es una selección grande, como nosotros.
Luego del brindis por el Día del Padre, que seguramente tenga lugar en el entretiempo, volverán las discusiones. Si la cosa se perfila para Croacia, los que están contentos esgrimirán que los balcánicos son muy parecidos a nosotros por lo pasionales (cosa que aprendieron hace días, y sabemos lo mucho que nos tranquiliza a los uruguayos tener un dato del que agarrarnos para sentirnos seguros). Si el trámite toma acento francés, mientras esperan ver si Griezmann finalmente da la vuelta envuelto en la bandera de Uruguay, dirán con una mezcla de paz y tranquilidad que al final nos eliminó el Campeón. Y ya sabemos cuánto nos tranquiliza a los uruguayos tener un dato del que poder agarrarnos.
Día del Padre, Final Rusia 2018, Francia-Croacia, Prof. Hermes J. Sanabria