El rincón de las arañas
Prof. Hermes J. Sanabria
Cuando Defensor alcanzó por primera vez la gloria deportiva, uno ya era un hombre de casi 30 años acostumbrado a que toda la vida habían ganado Peñarol y Nacional. Además, nuestro periplo por el fútbol ya nos había llevado a la vecina orilla, por lo que no pudimos ver de cerca lo que significaba el advenimiento de un equipo que venía a mojarle la oreja al “establishment” futbolístico. Por todo eso, resulta un poco difícil para la gente de nuestra edad aceptar que hay chicos que ya crecieron. Es como en la vida, cuando uno se encuentra con gente que ya tiene 40 años y les dice “¡qué grande que estás!”.
En medio de la disputa de un torneo de singulares características, el conjunto violeta se prepara para una nueva final. Después diremos que nadie le dio mucha importancia porque era el Día del Padre y a esa hora muchos ya estábamos durmiendo la siesta, o que los torneos cortos no son tan importantes, pero cabe decir que en términos de crecimiento Defensor está cerca de “ponerse los pantalones largos”.
Algún hincha, porque que los hay, los hay, nos dirá que ya son el tercer grande. Después de todo, argumentos hay para aseverar algo tan contundente: hay títulos locales, hay una Semifinal de Libertadores, y hay recientes finales ganadas a los grandes de forma hazañosa. En las últimas dos, a Nacional y a Peñarol les servía el empate y la viola prevaleció. Por si fuera poco, en el camino se acaba de escribir una página de gloria como el “9 contra 11”.
¿Quiere más señales? El conjunto violeta ya no le vende más jugadores a Peñarol y Nacional porque tiene su propia vidriera, además de la que indiscutiblemente es una de las mejores canteras del fútbol uruguayo, aparte de las del Parque Rodó. Y tiene hoy por hoy a un entrenador al que no le quedan grandes los zapatos del Profesor De León o de Juan Ahuntchaín, y si le quedaran grandes le pondría algodón en la punta sin problemas. Para crecer, o para dar el último estirón, un equipo de lo que sea necesita un conductor con autoestima y convicción. Si además se expresa bien y no se amilana ante las cámaras, mucho mejor. Y vaya si lo tiene en Acevedo. Para esta última instancia, el DT trabajó la psiquis de sus dirigidos motivándolos por el lado de que todo estaba dado para que Nacional y Peñarol jugaran la final. Ese fue el combustible para que se hicieran grandes en rodeo ajeno.
También tiene la viola un estadio al que podría llegar a agrandar llegado el caso, como última demostración de grandeza. Ubicado en una zona privilegiada, el Franzini podría tranquilamente crecer para albergar un número mayor de personas. Pero tal vez ahí venga el desafío ulterior de la modélica institución “tuerta”, cuesta arriba en un país con tan poca población. Así como en la política nadie es electo sin votos, hay una máxima que reza: “A x lo hace grande su gente”.
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