El rincón de las arañas
No toda creación humana es inocua, ni reporta un bien a la sociedad. Así como hay inventos que han cambiado el mundo de forma positiva, hay otros que se tornan incontrolables. Ejemplos hay muchos, incluso en el fútbol. El “fútbol total” de la Holanda de 1974, los arqueros que patean tiros libres, hasta el “doble 5”; son saludables innovaciones que han contribuido al desarrollo de nuestro deporte. El otro lado, nos muestra hoy al ejemplo más claro en la forma de barras bravas: tenemos a un Frankenstein al que no sabemos cómo frenar. Lamentablemente, de todos los monstruos del fútbol, hoy el más famoso es el que no juega.
Sin aburrir mucho al querido lector, recordamos la historia del Dr. Victor Frankenstein, quien creó un monstruo inteligente que podía pensar y sentir y que se volvía contra la humanidad al sentir el rechazo de todos, incluso el de su creador. En la novela, originalmente la criatura no tiene nombre, como símbolo de su orfandad, alienación y su carencia de sentido e identidad humana. Los diferentes personajes de la historia (principalmente el Dr. Frankenstein) se refieren a él usando diversos apelativos: demonio, miserable, desgraciado… ¿Le suena?
La verdad que en estos días, cuesta hablar de si hay o no “jugadores clásicos”, de si está o no correcta la designación del árbitro de la contienda, o de la probable incursión de un zaguero como lateral izquierdo. Es casi imposible ponerse a filosofar sobre lugares comunes como si fulano “se agranda en las difíciles” o mengano “aparece cuando tiene que aparecer”. Un clásico conlleva entrega, emoción, algunas buenas jugadas, atajadas, goles importantes y una fiesta en las tribunas. Pero esta vez, se hizo desaparecer a una tribuna entera, como queriendo tapar el sol con un dedo. ¿Alguien piensa que con este tipo de medida se le “pone el cascabel al gato”?
Este es un país que en varios aspectos ha ido hacia donde no debía. Futbolísticamente, llegamos al punto de creer que el mejor es el que más mete, el que mete el gaucho, el que hace un gol de avivada; en vez del que juega mejor a la pelota. También creímos que lo que pasaba en las tribunas era “pintoresco”, y que los giles eran los de antes, que iban todos juntos a la misma tribuna y cantaban canciones de aliento a su equipo sin insultar a nadie. Así estamos, sin ganar nada nivel de clubes y con un fútbol que camina lentamente hacia el ostracismo.
En temas de seguridad, otro tanto, ya que este monstruo que campa a sus anchas ha hecho más daño que la lagarta al piso del Estadio. Los barras fueron creación de las dirigencias, ese “Frankenstein” que sirvió mientras les fue funcional y ahora que están fuera de control exigen al Estado que actúe. En anteriores participaciones hemos dicho que a la violencia en el fútbol se le gana jugando en equipo, pero vemos que se sigue haciendo la individual. Créanos, nos gustaría mucho más estar hablando de fútbol y de un nuevo clásico.
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