No había lugar a las sorpresas, y siempre vamos a preferir a la gente que va con la verdad. “Uno dirige como juega”, había dicho Julio Olarticoechea en su presentación como entrenador olímpico argentino. Y no falla, Argentina pasó por estos Juegos Olímpicos con la misma trascendencia de un lateral “medio pelo”, con la diferencia que esta vez no había entre los once ningún zurdo de rulos que la moviera como en México ’86. Argentina jugó como Olarticoechea, pero no lo vamos a culpar. No todos los días se le presentan a uno esas oportunidades inesperadas, en las que no importa demasiado el currículum, y por supuesto que hay que aprovecharlas.
El campeón del mundo como jugador venía de dirigir al fútbol femenino, por lo que ya de entrada no se le dio el tiempo para, como se dice ahora, “cambiar el chip”. “Me conocen como jugador, pero me quiero presentar un poquito como técnico “, fueron las primeras palabras que pronunció al asumir. Así que, si la primera impresión es la que cuenta, el popular “Vasco” debería empezar a hacerse a la idea de que capaz no vuelve a dirigir por un rato.
Para descomprimir un poco, también dejó en la conferencia de prensa la siguiente reflexión:”No soy Bielsa ni Mourinho pero creo que trabajamos bien, ja”. No solo no es ni los mencionados por él, sino que ni siquiera llega a ser Martino, ni Maradona, ni Caruso Lombardi, ni Bilardo con 80 años. No alcanzó a chocar una Ferrari, como dijo el colega Niembro, pero sí que le propició una importante colisión a un Renault 12 en una carrera contra bicicletas.
Previo al torneo, un pletórico de confianza Olarticoechea había dicho: “Tengo muchísima confianza de que vamos a andar bien. Vamos a dejar todo por la camiseta”. Y efectivamente, el equipo argentino dejó todo. Hasta los goles, el juego, el temple, la rebeldía y la clasificación. Uno, como admirador de la tradición de nuestros vecinos, no puede sino lamentar esta debacle. Y ojo, no es cuestión de cargarle todas las tintas al inexperiente entrenador.
Como conocedores de la interna del fútbol argentino, consideramos que se dio la espalda a los talentos del interior profundo y de los torneos de ascenso, jugadores que tuvieran el hambre necesaria para la justa olímpica. Al fin y al cabo, el espíritu amateur es necesario en una contienda de estas características. Al conjunto albiceleste le faltaron jugadores acostumbrados a tomarse un ómnibus para ir a entrenar, le faltó potrero, y tal vez le faltó la mano firme de Grondona para guiar el timón de un barco que cada vez navega más a la deriva. Menos mal que por estos días hay otros deportes…
Argentina, el rincón de las arañas, Juegos Olímpicos, Profesor Hermes J. Sanabria