El rincón de las arañas
En 2014 Jorge Wilstermann recibió a Peñarol, y el contundente 4-0 en favor del visitante dejó claro que la altura no incidió. Tres años después, otros hombres, otros nombres, 6-2 para los locales. Los especialistas en altura de parabienes, ya que reflotan todas esas teorías que llenan espacios en diarios, radios y programas televisivos; así como en tertulias de amigos: “hay que subir a la altura 10 minutos antes del partido”, “lo mejor es mandar a un equipo fantasma 45 días a vivir y trabajar en Bolivia y que jueguen ellos”, o las más nuevas que hablan del consumo de cierta pastilla azul para contrarrestar los efectos de la altura.
Para este cronista, lo que no estuvo a la altura fue el desempeño del equipo compatriota, algo que nunca es grato ver. Cada equipo uruguayo que sale de fronteras, nos representa a todos, por eso duelen estas derrotas ante equipos ignotos. Por eso, no hay altura que valga, cuando un zaguero de 40 años y 95 kilos se eleva más que nadie para conectar el golpe de cabeza; ni hay altura que valga a la hora de explicar que lo que hizo Boselli fue por falta de oxígeno en el cerebro.
¿Acaso tiene que ver la altitud de la ciudad de Cochabamba con el hecho de que Guruceaga jugara 90 minutos sin poder estrenar sus guantes? ¿Tiene la altura la culpa de que Leo Ramos no haya usado el pantalón chupín y el blazer blanco que usó en el partido contra Wanderers? Las cábalas hay que respetarlas, señores. Está en la tapa del libro.
Tampoco creemos que lo sucedido con Cavallini haya incidido tanto en el trámite, ni que un equipo que llevaba nueve partidos sin ganar en el torneo boliviano se haya vuelto bueno de golpe. Entonces, hay que dejarse de excusas, y decir que la altura no juega. A la prueba está que la selección mayor fue a La Paz, que está 1000 metros más arriba, y ganó, y la Sub 20 se consagró campeona sudamericana en Quito (campeonato en el que participaba el local y también Bolivia).
Por eso, hoy es el fútbol uruguayo el que tiene que hacer una introspección y decir que ayer no estuvo a la altura. No solo Peñarol, insistimos en que cuando pasan estas cosas, perdemos todos. Tomemos como bandera el ejemplo de Boston River, que no permitió que el humilde y desconocido Comerciantes Unidos saltara a la fama. Pensemos que, cuando hacemos famoso a un Jorge Wilstermann, a un Real Garcilaso, a un Liga de Loja o a un Real Potosí, es el fútbol uruguayo el que pierde lustre.
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