El rincón de las arañas
Prof. Hermes J. Sanabria
¿Qué sería el fútbol uruguayo sin el condimento inagotable que significa el clásico? Y por suerte que hoy se está hablando de que al fin se volvió a privilegiar la acción futbolística sobre el lanzamiento de garrafas, hecho no menor y que va más allá de que haya uno u otro ganador. Siempre será más saludable que la figura del partido sea un hombre de zapatos de fútbol y no uno de traje y corbata, otro de championes con resortes o incluso uno de borceguíes.
Por eso y aunque sería un facilismo caer en el chiste de que el Cebolla hizo llorar a la mitad del país, o que el sabor de Rogel también puede resultar amargo; es gratificante volver a ver a los uruguayos vivir el clásico como lo que es y nunca debió haber dejado de ser: el sustento imprescindible de nuestro fútbol. La rivalidad clásica siempre llevó y llevará consigo la condición de ser cíclica, porque no hay mal que dure cien años y porque la alegría debe sí o sí ir por barrios. Sino no sería un clásico.
Siempre serán más saludables las bromas post partido, los “aparecieron todos por internet ahora ¿eh?”, los “ahora sí, volvimos”; antes que las intervenciones de aquellos que ahora parecen ser más hinchas de las fuerzas de seguridad que de tricolores o aurinegros y comentan indignados: “¿nadie dice nada ahora de que el operativo fue un éxito y hace varios clásicos que no pasa nada?”. Nunca debería pasar nada, esto es algo que venimos diciendo desde hace tiempo. En cambio, es saludable que, dentro de la cancha pase algo de vez en cuando para que la gente no se aburra.
Un clásico siempre deberá tener los siguientes elementos o al menos alguno de ellos: un gol polémico, algún penal no cobrado, una jugada desafortunada para que el hincha rival satirice como corresponde, algún cruce acalorado entre jugadores representativos y con peso en las preferencias de la hinchada y alguna declaración previa o posterior que amerite titulares de prensa y permita que estemos toda la semana hablando de eso.
Para algunos, lo más destacable fue que no se armara lío. Pero cabe no olvidarse de que, el tantas veces fustigado Leonardo Ramos sacó pecho y resultó junto con el Ministerio del Interior el gran ganador de la tarde. El DT de Peñarol pasó de tener frío en un pie, por aquello de tenerlo afuera, a dormir al abrigo de la consolidación. De golpe, su equipo ve como algo muy lejano la etiqueta de equipo en formación y Lasarte no ve con malos ojos empezar a usarla para poner paños fríos a la actualidad de su equipo. En un ejemplo de lógica y de que conoce los tres resultados posibles en el fútbol, el estratega tricolor dijo que también podrían haber ganado o empatado. Todo es cíclico, hasta las excusas.
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