El rincón de las arañas
No hubo clásico, porque nos rehusamos a llamar así a Defensor-Danubio. Y, como hemos venido diciendo, hay una causa por la que ahora estamos escribiendo sobre algo que no pasó. A diferencia del Doctor Frankenstein, que se hizo cargo de su creación, el padre de esta criatura sigue sin pasar a reconocerla por la Dirección Nacional de Identificación Civil. Menos vamos a pretender que los reconozcan las cámaras de identificación facial.
Por eso, mientras pensamos como solucionar esto, hay que recurrir a otro tipo de tácticas que los lleve a caer en la desorientación. Se nos ocurren varias cosas, por ejemplo, fijarles un estadio de forma secreta y que vayan al Centenario; jugar los clásicos con los equipos con camiseta cambiada, o en último caso cortar por lo sano y no jugar el clásico en todos los campeonatos de acá al 2035.
Tenemos claro que este no es un público de fútbol, por tanto, también podríamos probar como último manotón de ahogado ponerles un examen obligatorio de historia de su club, de táctica de fútbol, y el que no aprueba queda proscrito para ingresar a los espectáculos deportivos.
Aunque es vox populi que la música calma a las fieras, no creemos que poner música clásica en los parlantes del estadio vaya a funcionar, tampoco instaurar preliminares de cosas que les molesten para que se vayan desalentando. Se impone poner al partido que alguna vez conocimos como “clásico”, como un gran asterisco en cada nuevo fixture. Se decidiría el resultado de este partido con una moneda al aire, una carrera de palomas mensajeras o algún otro método que no resulte interesante para este tipo de público.
Pero, si no lo jugamos más, estará en los mayores transmitirle a sus hijos y nietos lo que eran aquellos partidos entre Peñarol y Nacional que se jugaban antaño, cuando éramos una nación civilizada. Como dijimos en una anterior intervención, acá se creó un Frankenstein que está más fuerte que nunca. Como no somos capaces de pararlo, hagamos que se muera de viejo. Hay que ponerle la cola al burro, el cascabel al gato, los puntos a las ies, pero hay que hacer algo. Lamentablemente, muchos crecimos en un país en el que la gente soñaba con ser el 9 de Nacional o el 5 de Peñarol, ahora sueña con ser Ministro del Interior por un día. Algo pasó en el medio. La última sería ponerse los pantalones y cambiar esta triste realidad. Pero todos sabemos lo que nos cuestan los cambios a los uruguayos…
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