El rincón de las arañas
Prof. Hermes J. Sanabria
Desde que se inventaron los cronómetros, y desde que a los árbitros se les da uno, nunca se había visto algo como lo que le tocó vivir a Peñarol en San Pablo. Por varios motivos, somos varios los que hoy nos encontramos ubicados en distintos grados de indignación, y pensamos que deberíamos estar hablando de otras cosas. Ahora no valdrá de nada decir que para que un equipo uruguayo puntúe afuera, debe tener un golero que tape tres o cuatro pelotas de gol, será en vano mirar de manera cómplice los cambios de defensas por delanteros para aguantar el resultado y elogiar la entrega; porque a alguien se le ocurrió que un partido de fútbol podía durar 100 minutos.
Ya nos habíamos expresado acerca de la manera correcta de hacer las cosas por parte de un equipo uruguayo al visitar una cancha difícil, en ocasión del planteo de Nacional ante Lanús. Y ayer, Peñarol jugó como debe hacerlo un equipo compatriota en tierras de Pelé, Xuxa y las Paquitas. Sin embargo, en un partido disputado en plena era profesional y de auge de las comunicaciones, un equipo poderoso como Palmeiras necesitó de una artimaña digna del campito para llevarse los tres puntos. ¿Se definía el partido por el viejo “el que hace el gol gana”? ¿Se dejaron claras las reglas del juego de antemano para que al menos Peñarol estuviera enterado?
Porque si las reglas están claras, el uruguayo se adapta. ¿Íbamos a jugar como en el campito? Perfecto; entonces no hay tarjetas, hacemos los arcos con un par de buzos y sacamos las cámaras de televisión. Porque incluso el jugador, acostumbrado a que se juegan 90 + 5 casi siempre, no sabe como reaccionar a un córner en el minuto 99 y medio. Apostaríamos plata a que varios pensaron que lo terminaba con la pelota en el aire. Pero no. Como la gente en los shoppings, Zambrano hizo uso y abuso de los descuentos, con la diferencia que no se perjudicó él sino que lo hizo con terceros.
Es en momentos como este, cuando tenemos que darnos cuenta sí o sí, de que le hacen esto a un equipo uruguayo, y nos lo hacen a todos. Porque lo del árbitro ecuatoriano rozó la obscenidad, y no pasa ni en las ligas barriales donde uno jugaba hace cinco décadas. Que pase, y todavía siendo televisado para todo el continente, es todavía peor. Lo que está claro, es que en esta edición de la Copa Libertadores, cuando Palmeiras es local se juega hasta que haga el gol del triunfo. A lo mejor, el señor Zambrano estaba convencido de que había alargue y gol de oro.
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