El rincón de las arañas
Prof. Hermes J. Sanabria
Ya decía el Contador José Pedro Damiani, “el que quiere una prima, que se consiga una tía”. Esto mismo, o algo parecido, es lo que le debe haber dicho –traductor mediante- Edinson Cavani al jeque que maneja al PSG, cuando este le ofreció una prima a cambio de dejar que Neymar patee los penales.
Cuesta creer que un hombre tan habituado a manejar dinero como quien manipula las bolsas de los mandados, piense que un jugador ya consolidado económicamente pueda cambiar de parecer por un millón de dólares. Tal vez el jeque perdió la perspectiva, justamente por estar siempre entre muchos ceros y pensó que nuestro compatriota se iba a encandilar como un principiante.
De esa forma, un uruguayo le dio una lección al mundo de que el dinero no es todo (si bien alguno dirá “¡pero como ayuda!”). Porque más de una vez, este cronista ha sido duro con la idiosincrasia del uruguayo y la forma que tenemos de proceder ante algunas situaciones. Y seguiremos siendo implacables cuando haya que serlo, pero cuando un uruguayo es noticia por un buen proceder, justo es destacarlo. Porque ya vendrá alguna noticia de un compatriota que se llevó algo que no le pertenecía en algún balneario brasileño, o de algún otro que quiso plasmar un “cuento del tío” en tierras lejanas. No diga que nunca pasó algo así, por eso hay que echar campanas al vuelo cuando alguno de los nuestros nos deja bien parados.
Hoy, Cavani sigue siendo el encargado de los penales del elenco parisino, pero también es alguien a quien mirar con otros ojos. Es, si cabe, un hombre todavía más digno de lo que ya era. Además, plantó la bandera que nunca debe dejar de flamear en un vestuario, de la liga que sea y del país que sea: la del respeto por las jerarquías. Sépalo, señor Neymar Jr., da igual que un magnate petrolero haya desembolsado 222 millones de euros por su talento, usted no puede llegar con prepotencia a llevarse el mundo por delante.
Como buen hombre de fe, Cavani no aceptó prima alguna de parte del árabe. Lo que se gana con esfuerzo y sacrificio, no tiene precio. Si el jeque anda con ganas de usar un millón de dólares en algo, que le compre un regalo a Neymar o le presente a su prima. Más de uno habría aceptado con gusto a la prima del árabe, aun sin saber si era de sangre o de las que se cobran en el banco. Pero por suerte, todavía quedan deportistas nobles y fieles a sus principios.
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