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Ser capitán de un equipo es mucho más que llevar una cinta en el brazo que nadie más posee. Es ser un emblema dentro de tu equipo, es dar la cara por tus compañeros y también es llevarte toda la presión.
Precisamente eso es lo que hizo César Azpilicueta en la final entre Chelsea y Palmeiras en la definición por el Mundial de Clubes. Tras el penal sancionado sobre el cierre del alargue, el español tomó la pelota y recibió toda la presión de los rivales.
Lo que no sabían es que instantes previos al remate se dio vuelta y le dio la pelota a Kai Havertz.