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El Museo del FC Barcelona está lleno de premios, trofeos y distinciones pero hay un objeto que se lleva las miradas y llama la atención de cualquiera que lo vea: una servilleta encuadrada. Pero esa simple servilleta no está ahí de casualidad sino que forma parte de la historia (quizás de los capítulos más importantes) del elenco Culé.
Llegaba el fin del año 2000 y un joven argentino estuvo en Barcelona para probar suerte, Lionel Messi. El jugador destelló pero sus problemas de crecimiento hicieron que por cerca de un mes estuviera “vagando” por las instalaciones del Camp Nou sin un contrato que le garantice seguridad. Entrenaba pero el club no tenía un arreglo, su padre se cansó y dio un ultimátum: arreglan o se lo lleva. Un ojeador llamado Carlos Rexach, sabiendo de su calidad y tras la amenaza, se reunió con los padres de Messi y el representante en un restaurante para hablar sobre la posibilidad de incorporar al joven a las plantillas del club.
La negociación prosperó y la idea era firmarlo cuanto antes dado que habían otros clubes (Real Madrid incluído) que estaban interesados en hacerse del jugador. Fue así como en esa misma mesa tomó una servilleta y escribió una especie de precontrato en la que hizo firmar a todas las partes.
“Yo, Charly Rexach, en presencia de Horacio Gaggioli representante de la empresa Marka y que actuó en nombre de la familia Messi y Josep Maria Minguella, me comprometo a la contratación de Lionel Messi en las condiciones pactadas y a pesar de la contra interna que existe en el club”.
Tras las firmas y con esa servilleta como garantía el joven siguió entrenando hasta el momento en que le hicieron un contrato oficial. Con el paso del tiempo se convirtió en la figura más importante en la historia de los Culés y se metió entre los grandes dentro de la historia del fútbol mientras que aquella servilleta que le garantizó su contrato se guardó en la bóveda de un banco hasta que se enmarcó y pasó a engalanar el museo del club.
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