El rincón de las arañas
A la hora de redactar esta columna, luego de tomar un poco de distancia de los acontecimientos, nos permitimos hacer varias anotaciones sobre lo sucedido el fin de semana. Que el fútbol es pasión, no hay dos opiniones al respecto. En el Río de la Plata, el deporte rey se nutre de las gastadas, las bromas, por qué no las burlas al rival. Pero a no confundirnos, lo que alguna vez se dio entre caballeros de traje y corbata que se despojaban de su sombrero de ala ancha para dar rienda suelta a las pasiones futbolísticas del momento, no es esto que sucede ahora.
Este cronista recuerda un tiempo en el que las canciones eran un 90% aliento y un 10% vilipendio, hoy es al revés. Y las más “positivas”, generalmente resaltan a la propia tribuna o barra, y no al equipo. ¿Usted tiene una idea de cuánto nos molesta esto? La juventud no tiene idea, cree que ir a la tribuna a cantar significa trasladarlo a los hechos, y podemos explicarles que esto no es así. El Himno Nacional es la primera canción “violenta” que aprendemos a cantar en nuestra infancia, seguramente usted no se puso a pensar en este detalle. Sus sagradas estrofas hablan de muerte y sangre, justifican la muerte propia y la ajena en nombre de un pedazo de tierra que denominamos “Patria”, invocan a hacer temblar a terceros y varias cosas más. La totalidad de nosotros, cantamos este pedazo de nuestra identidad en diversas ocasiones, incluidas las gestas deportivas. Sin embargo, usted entiende que no tiene que salir a matar españoles, portugueses, ingleses o cualesquiera sean los tiranos de turno en nombre del pabellón patrio.
Y aquí es lo mismo, habría que explicarles a estos ciudadanos que el fútbol es otra cosa. Habría que explicarles a los dirigentes que con el sueldo anual de un Ávalos o de un Gamalho se pagarían las famosas cámaras de identificación facial, y a las autoridades que si es necesario llenar el foso con cocodrilos o tiburones, hay que hacerlo. Pero no hay interés, y eso nos molesta, porque hoy deberíamos estar hablando de fútbol.
Hoy, nadie está hablando de que Curutchet metía un cambio en el entretiempo: Guzman Pereira por Tomás Costa, para ser exactos; nadie destaca la sobreposición de Rampla a la debacle institucional, la emergencia de Hugo Silveira como ídolo de la parcialidad tricolor, la jugada de fútbol europeo de Tabaré Viudez, el gol de doble taco de Danubio, la primera victoria de Villa Española, o la buena campaña del Liverpool de Saralegui. De todo esto nos privamos de hablar los periodistas en nuestra columnas deportivas, ¿le parece justo?
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