El rincón de las arañas
Antes que nada, nos vemos obligados a aclarar que no nos une ninguna relación de parentesco con los Sanabria del cambio, ni conocemos a ningún Nelson. Apenas si compartimos el apellido, y nuestra afinidad por algún tipo de cambio. No todos los cambios son iguales, por eso vamos a separar el que tiene que ver con actividades financieras, de aquel inherente a la propia vida humana. Como dijo alguien, es una cuestión constante en la existencia humana, y fue bien definido como lo único permanente.
No es por ponernos filosóficos, pero convendría no meter todo dentro de la misma bolsa. Como buen uruguayo, uno es a veces reticente a cambiar, pero eso tiene que ver con las cosas con las que se encariña. Por ejemplo, las pantuflas o el sillón. Pero cambiaríamos sin dudar esta vieja máquina de escribir por una computadora, o nuestra situación económica por una mejor. ¿Quién no quiere cambiar para bien? Por eso, nos pusimos a reflexionar un poco acerca de la novela que se da con el botija Amaral. Curiosamente, el cambio al que lo quieren someter también está en Maldonado, más concretamente en la pista de atletismo. Como a nuestros supuestos parientes, a Amaral también se lo llevan lejos.
Es ahí donde nos oponemos al cambio por el cambio mismo, ya que pensamos igual que Coito: al futbolista se lo debe evaluar por su desempeño dentro de la dinámica de un equipo de fútbol. Jugando al fútbol, no por el dominio de la pelota de pilates ni por el modo en el que se desplaza por la pista de atletismo. Entonces, como a alguien se le ocurrió que lo mejor era llevarse al juvenil lejos de su equipo, pensando que esto podría redundar en un cambio favorable a él y a la selección. Pero Coito, hombre con las cosas claras si los hay, se planta firme y dice que si no compite no será citado. Y uno, que tantas veces aplaudió la llegada de nuevos elementos al mundo del fútbol, aplaude esta vez la postura de mantener la manera tradicional de hacer las cosas. ¿O acaso usted citaría a Rodrigo Amaral, del Campus de Maldonado?
Cambiemos, sí, en caso de que esto derive en beneficios. Traigámosle especialistas en nutrición, marquémosle trabajos especiales, sí, pero sin olvidar que lo más importante lo tiene en los pies. Todo esto, se podría hacer dentro de los márgenes de su club. No aislado de todo por un mes. Tal vez querramos preparar a Rodrigo Amaral para ser el sucesor de Andrés Silva, o para correr la Maratón olímpica, como aquellos deportistas que terminan en la lucha libre. En caso contrario, no podríamos ser tan inocentes como país, de convocar a un atleta para un mundial de fútbol. No creemos que eso sea lo más conveniente, por eso decimos que hay cambios y cambios. Por más que ambos estén en Maldonado.
cambio, el rincón de las arañas, Profesor Hermes J. Sanabria, Rodrigo Amaral