El rincón de las arañas
Prof. Hermes J. Sanabria
Toda la vida, a los argentinos les hemos arrancado las muelas sin miramientos en los balnearios del este. Podemos decirlo sin empacho, y por haber vivido muchos años en el país vecino. También pudimos sentir en carne propia, cuando pudimos tener un humilde autito con matrícula argentina, lo que era ser insultado de arriba abajo al volver al país. Era en vano tratar de explicar que éramos uruguayos y el argentino era nuestro vehículo, un humilde 3cv. El enano con complejo de inferioridad que llevamos dentro, siempre está dispuesto a mostrar los dientes.
No obstante, en una muestra de que son mucho más nobles que nosotros, siguen viniendo y hasta expresan siempre que pueden su simpatía por nosotros (que indefectiblemente, vemos como condescendencia). Pese a todo, cuando los argentinos vienen a Uruguay, sienten algo que les pasa siempre a los viejos: se ven a ellos mismos en un tiempo pasado que siempre fue mejor, en una época dorada que pasó de largo y no vuelve más. Aunque nos empeñemos por ser un anfitrión despreciable, ellos siempre dirán que somos educados y respetuosos.
Hace poco, tuvimos la oportunidad de ir en excursión con la patrona a Chile, donde realizamos algún tour junto a brasileros y argentinos. Primero que nada, los chilenos nos agasajaron de la mejor manera, casi con alfombra roja, y nos mimaron como debería hacerse con cualquier turista (cosa que todavía no entendimos del todo). Los argentinos, mostraban tanta admiración hacia nosotros, que parecía idolatría. Hasta vergüenza daba. Los brasileros, incluso con esa manera de ser tan extrovertida y grandilocuente, nos dejaban saber que nos querían y nos respetaban (se habló de Maracaná, también). Igualmente, al final siempre dejan claro que ellos son los hermanos mayores, y no es para menos.
Incluso un compañero brasilero, cuando ponía la música en el ómnibus, mechaba algún artista uruguayo, que era aclamado por los chilenos y los argentinos por igual. ¡Y mire esto! Cuando llegamos a Viña del Mar, un matrimonio de argentinos tuvo la osadía de decir frente a no menos de 30 chilenos y brasileros, que les gustaban más las playas uruguayas que las de Brasil y que Viña del Mar no tenía nada que hacer al lado de Punta del Este. Así nomás, y sin necesidad de sacar a relucir nuestra condición de hombre de fútbol buceando en temas relacionados al deporte, pudimos comprobar que en otros países nos quieren y que los más arrogantes y malos anfitriones del continente, somos los uruguayos. Como para sacárselo con peine fino.
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